Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1889-1890 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 22 de enero de 1890
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Silvela
Número y páginas del Diario de Sesiones: 76, 2138-2140
Tema: Interpelación del Sr. Silvela (D. Francisco) sobre la solución de la crisis

El Sr. Silvela no nos ha dicho cuando le hizo en el andén del ferrocarril ese publicista la pregunta que S.S. ha referido al Congreso; pero presumo yo que se la hizo a S.S.? (El Sr. Silvela: Hace muy pocos días). Bueno es que S.S. lo haya dicho. (Risas). Me alegro que S.S. haya hecho esa rectificación, porque por la manera de referir la pregunta parecía que se refería a algún tiempo atrás, y presumía yo que ese tiempo atrás, cuando menos, era de aquí a cuatro años, por lo cual creo también que si en efecto le hubiera hecho la pregunta hace pocos días, no se la habría hecho en esos términos, sino en otros muy distintos. Pero, en fin, yo creo a S.S. bajo su palabra y doy por hecha la pregunta hace pocos días, y no tengo que añadir más que una cosa, y es, que S.S. debió contestar a ese publicista extranjero como puede contestarse a muchos publicistas extranjeros que nos tratan tan mal, con tanta injusticia y con tanta inexactitud: que debía estudiar mejor el estado y condiciones de nuestro país, antes de hacer a S.S. la pregunta que le hizo.

Ha creído S.S. que yo he necesitado de sugestiones de alguien para enterarme del estado y de la situación de mi partido. No; ya puede S.S. comprender que, en medio de las deficiencias que yo tenga, no he de llegar a la de no conocer a mis propios amigos y la organización política en que están y viven. No es eso. Lo que hay es que yo hago mucho caso de las indicaciones que me hacen mis amigos y correligionarios, y que arreglo mi conducta conforme a las inspiraciones de mis amigos y compañeros. Yo sentía las palpitaciones de la necesidad de la conciliación; y cuando creí que en efecto había llegado al periodo de madurez la realización de ese pensamiento, lo quise realizar, sin perjuicio de que desde hace mucho tiempo, y aún antes de que se me hicieran esas indicaciones, no hubiera yo abandonado ni por un solo momento la idea de la conciliación y de la paz con los que han sido mis amigos y todavía espero que han de serlo.

Francamente, dado mi carácter, claro está, yo peleo cuando a ello se me invita, y peleo con ardimiento, con pasión; pero declaro que después que ha pasado la pelea, nadie más dispuesto que yo a la concordia. Sobre todo, en último resultado, cuando peleo, peleo como pelean todos, para vencer o para ser vencido; si soy vencido, me resigno; si soy vencedor, más que la gloria de vencer me halaga la idea de la situación que tengo para poder ofrecer la paz al vencido; pero vencido o vencedor, estoy dispuesto siempre a la armonía, a la concordia, a la paz con los que han sido mis amigos. Pero S.S., que es muy hábil, ha querido venir aquí a ver cómo pone algunas dificultades, ya que no a la conciliación, que no ha podido realizarse, por lo menos a la que pueda hacerse en el porvenir y a las transacciones patrióticas que podamos concertar los que hemos pertenecido siempre al partido liberal, y con ese motivo supone que las transacciones en la cuestión económica se han hecho imposibles por el fracaso de la conciliación.

Pues S.S. está de todo punto equivocado; no se han hecho imposibles las transacciones económicas; [2138] al contrario, hoy están en mejor camino que nunca; y debo advertir a S.S. (y siento darle este disgusto, pues, por lo visto, a S.S. no le halaga mucho que nos entendamos con ciertas personas de las que hemos podido estar separados en algunos puntos económicos, en los cuales cabe cierta libertad de criterio, porque no han sido jamás objeto de programa de los partidos); debo decirle a S.S. que aún en la mayor parte de esos puntos estamos de acuerdo; y si hay algunos en que no lo estemos en absoluto, será sólo en la cuestión de oportunidad. Y todavía estaríamos de acuerdo en la cuestión de oportunidad, si las medidas que el Gobierno pudiera adoptar en esa materia fueran de absoluta necesidad en el momento; pero convenimos todos en que de absoluta necesidad ahora no son, primero, porque dentro de poco tiempo se va a tratar la cuestión en términos generales y para todos los artículos de la riqueza de nuestro país y de los demás países; y segundo, porque, afortunadamente, lo que entra hoy por nuestras aduanas no embaraza para nada el comercio de nuestro país.

Pero, aún así y todo, si eso fuera, tampoco habría dificultad entre nosotros; y aquí viene la cuestión del oportunismo. ¿Qué oportunismo he inventado yo para mi uso particular? Es el mismo oportunismo que oí explicar aquí, con la elocuencia que acostumbra, al ilustre jefe del partido conservador. ¿Es que se ha declarado el jefe del partido conservador librecambista a outrance en toda ocasión, en todo momento y cualquiera que sea su posición? ¿Es que se ha declarado proteccionista? No. Lo que dice es que, como Gobierno, no se pueden traer a este banco ni ideas de la escuela proteccionista ni ideas de la escuela librecambista. (El Sr. Silvela: Pido la palabra para rectificar). Pues ése es el oportunismo y a eso hemos dado en llamar oportunismo; estará bien o mal llamado; pero declaro que yo no he inventado esa palabra para mi uso particular ni para uso de nadie.

El Sr. Silvela cree que, después del fracaso de la conciliación, realmente este Ministerio podría pasar si fuera un Ministerio interino, o, como modestamente se llama, un Ministerio de negocios que tuviera por sólo objeto legalizar la situación económica, y que si es así como el Gobierno se presenta, el Sr. Silvela nada tendrá que decir.

Pues yo afirmo a S.S. que no es así como este Gobierno se presenta, sino como se han presentado todos los Gobiernos del partido liberal, no sólo para legalizar la situación económica, sino para concluir la obra de aquel partido, porque a eso está comprometido este Gobierno como los Gobiernos anteriores. Cuando este Ministerio haya concluido no sólo de legalizar la situación económica, sino la obra del partido liberal; cuando haya terminado todos los compromisos del partido liberal, creerá, como ha de creer cualquier otro Ministerio que le reemplace, que ha cumplido por el pronto su misión, y luego el país, y la Reina por medio de su prerrogativa, decidirán si conviene que siga o que venga a reemplazarle otro partido. Entretanto el Gobierno tiene la misma autoridad, los mismos recursos, la misma fuerza, los mismos propósitos que los Gobiernos anteriores representantes del partido liberal.

Pero S.S. supone que yo he hecho cuestión de honor el legalizar la situación económica. No; ésa es una necesidad política, y todos debemos contribuir a satisfacerla. Lo que he hecho cuestión de honor ha sido la aprobación del sufragio universal; y digo que he hecho de esto cuestión de honor, porque para mí lo es.

Yo, Presidente de los Gobiernos del partido liberal durante un largo periodo de tiempo, he repetido desde este puesto los ofrecimientos y he reiterado todos los compromisos que el partido liberal adquirió en la oposición, y con esos ofrecimientos y con esos compromisos habré contribuido más o menos a tranquilizar y a inspirar confianza a ciertos elementos políticos del país, quizá a infundir esperanzas que no quiero defraudar, que he de hacer todo lo que pueda y esté en mi mano para que no sean defraudadas. Ha habido un momento en que yo por patriotismo, porque realmente es cierto, he promovido una crisis por la conciliación y para la conciliación, y al ver la imposibilidad de hacerla, he aconsejado a la Reina que llame a otro hombre político para que la haga, porque he creído que mi nombre pudiera ser obstáculo para esta empresa, y no he querido que mi nombre lo sea, y por obrar así ha habido un momento en que parece que la opinión pública ha creído que yo abandonaba de cierto modo este puesto. Ya sabe el señor Silvela hasta dónde llega la malicia; ha habido quien ha creído que yo no había hecho la crisis por la conciliación ni para la conciliación, sino para promover dificultades que hicieran imposible la aprobación del sufragio universal, que hicieran imposible el cumplimiento íntegro de la obra del partido liberal.

Yo quiero que se sepa que no; que si sólo me hubiera inspirado el temor de evitar esa injusta sospecha, no me habría expuesto de ninguna manera a abandonar este puesto que inmerecidamente ocupo por la confianza de la Reina, pero en el que, después de todo, mi significación es conocida y de algo sirve para ciertos elementos y para el cumplimiento de los compromisos del partido liberal. No quiero que nadie crea, aquí ni fuera de aquí, que yo he ofrecido lo que no pensaba cumplir, y mucho menos que he ofrecido algo cuyo cumplimiento he eludido después por medio de ardides políticos a que no estoy acostumbrado, y que no entran ciertamente en la manera de ser de mi personalidad. Por eso he dicho que era para mí cuestión de honor el cumplimiento del programa liberal, coronándolo con la aprobación del sufragio universal. Podrá el sufragio dejar de ser ley, pero ¡vive Dios! que no ha de ser por mi culpa.

Por lo demás, claro está: tengo también el compromiso, porque es compromiso de Gobierno, y es además compromiso de patriotismo, de legalizar cuanto antes la situación económica; pero no se asuste tanto el Sr. Silvela, porque tampoco estamos tan apremiados para esto. El Sr. Silvela dice que ya está agotado el recuso que conceden nuestras leyes cuando en determinado ejercicio económico no se ha podido aprobar el presupuesto; y agotado este recurso, teme S.S. que venga algún cataclismo a hacer imposible la legalización de nuestra situación económica. Pero, Sr. Silvela, S.S. sabe perfectamente que ahora nos encontramos en la misma situación en que se hallan siempre la mayor parte de los países del mundo que no tienen ese recurso constitucional extraordinario, y esos países no se asustan, ni allí pasa nada.

Precisamente el Gobierno anterior tuvo la previsión de presentar los presupuestos a las Cortes con mucha más anticipación de la que aquí era costumbre; y después de todo, yo podría preguntar al señor [2139] Silvela: en qué país constitucionalmente regido tienen más tiempo los representantes del mismo para aprobar sus presupuestos que el que actualmente tenemos nosotros disponible, puesto que contamos con cinco meses por delante. Ningún país tiene más tiempo, y, sin embargo, todos los años tienen que discutir y votar los presupuestos, y los votan sin falta. ¿Por qué no hemos de hacer nosotros este año lo que otros países hacen todos los años? No hay, pues, que asustarse por lo que nos puede pasar; tenemos tiempo para discutir el presupuesto, y para eso hay que contar también con la prudencia y con el patriotismo de todos los Sres. Diputados y de todas las oposiciones.

Pero S.S. dice que ha echado de menos en mi discurso la exposición de algún procedimiento para que el proyecto de presupuestos llegue a ser ley. Ya comprende el Sr. Silvela que, dado el objeto de mi discurso, que no era otro que presentar al Congreso este Gobierno y hacer algunas ligeras indicaciones respecto de sus propósitos, no encajaba venir a hablar de los procedimientos que el Gobierno hubiera de proponer a las Cortes, en caso necesario, para la aprobación de los presupuestos y de los demás proyectos que el Gobierno considere urgentes.

Pero yo me alegro de haber oído a S.S., porque me da ocasión para decir que si en efecto, por cualquier circunstancia que no temo, por intransigencia de las oposiciones que no espero, o por intolerancia de algunos Sres. Diputados, que tampoco espero, la discusión de presupuestos se detuviese y no llevase un camino, no digo rápido, pero al menos conveniente para que pronto se convierta en ley, yo me valdría del derecho que me concede el Reglamento para pedir a la mayoría que hiciera uso del suyo en contraposición del que contra la aprobación de los presupuestos tratase de ejercitar y extremar cualquiera fracción a Sr. Diputado, y creo que en este sentido S.S. y el partido a que pertenece no dejarían de ayudarme. (El Sr. Silvela hace signos de afirmación). Me alegro mucho; y cuente S.S. con que, en el momento en que sea necesario, yo propondré a la mayoría lo procedente para que, contra su derecho, no venga el derecho de algún otro Sr. Diputado a perturbar la marcha regular de los trabajos parlamentarios.

Pero debo advertir al Sr. Silvela que así como yo pienso estimular, si llega el caso, a la mayoría y a las demás fracciones que, ejercitando su derecho, quieran ayudarme en la cuestión de los presupuestos, también pienso hacer uso de iguales derechos para la cuestión del sufragio universal; porque si creo que la pronta aprobación del presupuesto es conveniente y necesaria en cuanto responde a una necesidad económica, creo también necesaria la pronta aprobación del sufragio, como interés y conveniencia política para todos.

De manera que, ya que doy gusto a S.S. en la cuestión de presupuestos, espero que S.S. me de gusto también en la cuestión del sufragio universal; y así entendidos podremos marchar de acuerdo, y verá S.S. con qué rapidez se desenvuelven los trabajos parlamentarios.

Pero, en fin; cualesquiera que sean las dificultades con que tropecemos, que espero no han de ser muchas ni grandes, lo mismo para la aprobación de los presupuestos que para la del sufragio universal, esté S.S. tranquilo, que no pasará nada; porque, en último resultado, acuérdese S.S. de ese ángel tutelar que tanto me protege; que si me ha protegido tantas veces y contra tan grandes dificultades, más fácilmente me ha de proteger para esto que yo considero pequeñas dificultades. Confíe, pues, también S.S. en que el ángel protector ha de continuar protegiéndome cuando se trata de obra tan importante, de obra casi santa. He concluido. (Muy bien.) [2140]



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